jueves, 11 de diciembre de 2008

Pineapple Express


En Superbad, Seth Rogen y Evan Goldberg se encargaban de construir una comedia adolescente desde la épica que es comprar alcohol siendo menor de edad. Toda la trama giraba en torno a ello, los problemas que se generaban durante una tarde/noche, uno tras otro, hasta el final. La historia se convertía en una buddy movie, y encontrábamos dos bandos paralelos: La los dos mejores amigos, y la de el colega y los policías que complementaba a la otra con mayores dosis de locura. Bajo todo ello, se encuentra una verdadera comedia acerca de la amistad pero, al fin y al cabo, también sobre la necesidad de ser aceptados por los demás.

Pineapple Express repite equipo de guionistas, entre otras cosas, pero, sobre todo, repite el mismo esquema de Superbad. La narración vuelve a girar sobre un determinado suceso que provoca una serie de acciones cómicas pero, si en Superbad era culpa de todo lo que conlleva ser adolescente en Pineapple Express es la inmadurez, el miedo a enfrentarse a los problemas de cara. El temor a abandonar la marihuana; el temor a perder la felicidad.

Pero centrémonos realmente en lo que hace que Pineapple Express se sitúe a otro lado de los habituales productos de la factoría Apatow, y que, de paso, se confirme como una comedia excelente: Ese slapstick ejecutado por una perfecta pareja de fumados que se dilata hasta límites insospechables, y cada golpe siempre es más seco y brusco que el anterior. Mención aparte es la construcción de un trío protagonista que explota todas sus virtudes como cómicos.

Definitivamente, el film de David Gordon Green no es, ni mucho menos, perfecto. Su final se dilata hasta perder ritmo y furia. Algo que la película ya sufre en esos tiempos muertos en los que los efectos de la marihuana parecen relajarse y que no termina de saber hacia dónde ir.